
Era como estar en el medio, como cuando uno va caminando por un callejón muy estrecho, y viene una multitud en sentido contrario. Intento avanzar y me golpean el hombro, sigo caminando, chocan mis brazos, no avanzo, algunos me ven y me esquivan, otros no. Al final me quedo quieta a esperar que pase todo el mundo.
Era como ser el puente, saber un poco de las dos partes, traducir algunos términos, y luego dejar que tejieran su propia madeja, que los argentinos hablaran de fútbol, brindaran mate, tocaran dos temas de Los piojos y luego comieran arroz y frijoles, cantaran los estribillos del changüí, jugaran pelota; a la vez que los tumberos terminaran susurrando con la mbira de Sergio, una melodía que ni siquiera viene de Argentina, sino de un país más lejano, Zimbabwe.
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